Ilustración generada con IA sobre una idea de ML
Este jueves 22 de mayo a las cinco de la tarde, en el Museo Regional de Antropología e Historia, acompañaré a Dení Trejo Barajas y Modesto Peralta en un conversatorio sobre la fundación de La Paz que será moderado por Edith González. Los tres tienen trabajos sobre el tema y seguramente se dirán ahí cosas interesantes. Por mi parte, he publicado aquí mismo un texto sobre este asunto y tengo en proceso un librito anunciado ya tantas veces que temo acabar como Pedrito el del lobo. ¡Dioses del Olimpo, espero que no!
La fundación del puerto y las fiestas celebratorias son un tema polémico. Cada mes de mayo se repite la misma historia, como en un bucle temporal. Los mismos de siempre salen a decir las mismas cosas de siempre: Hernán Cortés, 1535; pero no, porque Sebastián Vizcaíno, 1596; aunque tampoco porque Isidro de Atondo, 1683; pero no termina aquí porque Jaime Bravo, 1720, y finalmente Juan José Espinosa, 1811. Las famosas y repetidas cinco fundaciones que reseñó Pablo L. Martínez.
Alguien podría preguntarse ¿por qué 1535 y no 1811? Una respuesta sencilla sería porque Pablo L. Martínez termina su texto con la sentencia de que “por primordial y dramática”, dice él, la del conquistador de México “debe considerarse… como la verdadera y legítima”. Afirmación bastante cuestionable si consideramos tres elementos que en mi anunciado libro (¡oh, dioses!) desarrollo con amplitud y que aquí esbozo de manera escueta: 1) no existen pruebas de que el lugar en el que se establecieron cada uno de los cinco personajes mencionados fuera el mismo (en algunos casos ni cercanamente) y las hay suficientes para afirmar que no se trató del mismo sitio; 2) entre la primera y la segunda fundación median 61 años; entre ésta y la tercera son 87; entre ésta y la cuarta 37, y entre ésta y la última 91; 3) está suficientemente documentado que entre cada una de las fallidas “cinco fundaciones” no vivió gente en los distintos lugares.
Entonces, según las evidencias de que dispongo, La Paz no se fundó en ninguna de las fechas mencionadas, ni siquiera en 1811, pues un documento al que he tenido acceso nos indica que en 1819 Juan José Espinosa aún vivía en San Antonio en espera de su licencia como soldado, por lo que terminaría estableciéndose finalmente en el llamado “sitio de la Paz” a fines de este año o a principios de 1820. Allí viviría él con su familia hasta 1823, el año probable de su muerte, y el mismo de la expropiación de la mayor parte de su enorme predio para dar inicio, ahora sí, al poblamiento definitivo del puerto.
Ahora bien, ¿qué se debería celebrar, la historia o el mito?, ¿la verdad o la mentira? ¿Quién merece el crédito? ¿El vilipendiado conquistador de México o el ignorado soldado bajacaliforniano? ¿O ninguno de los dos?
Tres cosas me molestan de las “fiestas de fundación de La Paz”: la mentira, la injusticia y la hipocresía. Sobre ello hablaré en el dichoso conversatorio, al que están todos invitados.
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